Según La Biblia[1], Dios se le presentó a Moisés diciendo: “Yo soy el que Soy”. Frase muy profunda y poco clara a mí parecer, la cual dio pie a muchas teológicas interpretaciones – algunas de ellas consideradas heréticas [2].
En si es una frase bien constituida – gramaticalmente hablando-, que cierra en si misma una concepción de la divinidad, bastante particular. A saber, siguiendo la línea deductiva, todo silogismo –o razonamiento tautológico- posible hace mella a la hora de poder resolver el enigma que encierra en si misma: ¿Si Dios es el que es, qué somos nosotros en relación a él?
Hablar de hijos, es cuestión de FE –que no viene al caso-, hablar de dioses –ya que fuimos hechos a su imagen y semejanza, según explaya el libro del Génesis, es entrar en un terreno que NO me interesa, ni creo el adecuado.
Él Es… ¿Y Nosotros?... lo cierto es que todos somos algo o alguien.
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Para buscar una luz en este dilema, haré uso de la inducción galileana [3], y si Dios declara[4] “Yo Soy el que Soy”, es por que No solo Él Es, sino que es El Ser Por Antonomasia[5], -valga la redundancia-. Y si Dios es el Ser esencial, luego es Vida, Energía, Amor… es Todo, está en todo y como parte de ese todo, también está en nosotros.
Claro está, Dios está -a mi modesto parecer-, solo en aquellos seres de la creación que provienen de “naturaleza divina”, puesto que hay muchos hombres y mujeres que poseen antivalores, demostrados en hechos aberrantes a los ojos de Dios y de cualquier hombre de bien [6]. Tampoco hace falta cometer un crimen, para demostrar ser una persona no buena; hay violencias de todo tipo psicológica, emocional, económica y física. Pero también hay personas que sin cometer un acto de violencia estandarizado, lo mismo son violentas cuando te discriminan y lo peor es que pueden hacerlo por causas físicas o de personalidad intangibles, entonces no tenés un grupo de obesos o discapacitados[7], que te defienda, -ellos sí tienen organismos que los defienden, ya que si no tenés como persona una característica tangible que pueda haber motivado la discriminación, no lo toman como discriminación y pero lo mismo no deja de ser discriminación.
Volviendo al eje de la inducción, que Dios esté en nosotros, como en el aire, el agua, la tierra, el fuego, la flora y la fauna toda, eso no quiere decir que toda “La Creación” sea Dios, sino que tiene en sí su esencia Divina, que le[8] da vida. Por ello debemos vivir en armonía, paz, y equilibrio con Dios, El Amor Creador, Fuente de Luz y Vida.
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¿Qué es el Ser? Metafísica, profunda y ancestral pregunta esta. ¿Qué somos? “Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”, expresa simpáticamente Eduardo Galeano, pero no responde nada –a mi modesto entender-. ¿Qué somos? Somos movimiento constante, en armónico deambular… ¿Y eso?... (me dirán)… paso a justificarlo: No existen dos átomos en nuestro organismo, que estén unidos, -juntos-, No; ellos giran en torno a su centro. Entonces ¿Lo sólido de la materia, es solo una percepción?... tal vez… Encima, estos átomos que nos componen, en solo siete años cambian todos[9].
Somos un 70 % agua, que también se renueva constantemente… ¿Pero, qué somos?
Cambia nuestro cuerpo, nuestro modo de pensar[10], nuestro credo, nuestros afectos, nuestro hábitat… Todo cambia en nosotros, pero conservamos una constante: Nuestro Ser; lo que nos lleva al planteo inicial… ¿Qué es el Ser?
El Ser es la esencia del todo, pues si no se Es; no se es Nada.
¿Y qué es esa esencia?¿Vida, materia estelar en constante evolución? No se, esa respuesta la sabremos en otro plano, no en este. Si Dios así lo cree oportuno.
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Fran Kafka, decía: “Somos lo que hicimos con lo que nos han dejado” o dado; para el caso la idea pasa por la actitud vital que tenemos ante el diario combate, más allá de las herramientas de combate que nos dejaron padres, sociedad, etc.
Herramientas que son intelectuales, morales, éticas y culturales; pero muchas veces hemos padecidos tsunamis en el alma, traumas que llegaron a acompañarnos durante décadas, y ni hablar en aquellos casos en donde dejaron tristes recuerdos de flagelos en el cuerpo…
Tenía una profesora que nos decía –como humorada-, que a diferencia de los autos, nosotros venimos sin control de calidad.
Volviendo a Kafka, este enunciado es en algún aspecto o carácter, como la parábola de los talentos [11], en la que a tres empleados distintos su patrón les dio tres cantidades distintas de dinero, (diez, cinco y un peso), los dos primeros usaron el capital para invertirlo en mercancía, y buscar réditos fruto de la compra – venta; mientras que el tercero guardó su pesito para devolvérselo a su patrón, pues “era mucha responsabilidad y no sabía que hacer con él”. Cuando volvió quien les prestara plata, tuvo un criterio…”Quien es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho”, por lo que a los dos primeros les dio un puesto mayor; pero en cambio al tercero, por quedado e ingrato, lo echó de sus tierras.
Es decir, nuestro deber es hacer todo lo que esté a nuestro alcance para mejorar la vida –en todo aspecto-, más allá de donde partamos, o en que situación nos encontremos.
Ya se que es fácil decirlo, pero difícil hacerlo, (dentro de lo que te da el cuero), entonces podes dormir en PAZ y estar tranquilo a pesar de todo.
Ahora ya no depende de vos, sino de Dios,- y sus ayudantes-, y del libre albedrío.
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Siguiendo con el razonamiento anterior, -pero enfocándonos en otro aspecto-, podemos afirmar que nuestra humanidad posee tres partes: Cuerpo, mente y alma, (entendiendo esta última como sinónimo de espíritu).
Si somos tres partes combinadas, ¿Por algo es? Deben, por ello, convivir entre si en mutua armonía y equilibrio, como los lados de un triángulo, o como una mesa de tres patas.
Parece fácil expresarlo, pero la sociedad posee sus reglas con las que estigmatiza, rotula y discrimina.
Alguien puede ser buena persona, pero siempre resaltará primero aquello que le da origen a su mote, apodo o seudónimo. Gordo, flaco, pelado, rengo, petiso, lungo, etc.
O al revés, si una mujer es bella por fuera, -según los cánones preestablecidos-, no importa como es por dentro, (según el imaginario machista), es decir: Se la “cosifica”. Se crea un culto al cuerpo, que termina en varias cirugías estéticas, bulimia o anorexia.
Ojo, al cuerpo hay que cuidarlo, pero no todo en la vida es “estar en línea”,… aunque, es verdad aquel viejo refrán que dice que: “Todo entra por los ojos”.
Volvemos así, otra vez al equilibrio, a estar en eje, felices con uno mismo. Hermanados con el pasado, felices con quien somos hoy, con buenos proyectos y expectativas de futuro.
Todo esto implica una actitud mental de enfrentarnos a los “fantasmas” de los “de eso no se habla”, sanear nuestro pasado, perdonar [12], perdonarnos… amarnos y aceptarnos tal cual somos.
Pero, todo este cambio es imposible sin una actitud de apertura, búsqueda y fuerza espiritual muy relevante.
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Nuestra vitalidad se nutre de energía, ¿Y de donde proviene esa energía? James Redfield[13] plantea una interesante línea a seguir –al respecto-:
“Guarda con estos últimos”, están por todos lados: familiares, amigos, jefes, colegas, vecinos, empleados públicos, y demás; en donde menos pensás podés encontrarte a un hijo de “buena madre”, dispuesto a “arruinarte el día”, y chuparte la energía.
Evitá esas situaciones, llevá testigos, buscá lugares neutros, orá, o simplemente salí huyendo como puedas, pero “diplomáticamente”, sin demostrar señal alguna de debilidad, llanto, o tener tu dignidad herida… No les des con el gusto.
Fin
[1] Libro del Éxodo 3,14. (Antiguo Testamento).
[2] Herejes, a los ojos de la Iglesia Católica.
[3] La cual consiste en considerar un único caso en estudio, porque lo que aquí importa es el someter a prueba las consecuencias lógicas de un Principio Universal.
[4] Tomando por cierto, el divino encuentro entre el Creador y Moisés.
[5] Por sobre todas las cosas.
[6] No citaré los casos horripilantes que suceden diariamente, basta con leer el diario, o mirar el noticiero.
[7] Por poner un ejemplo.
[8] Y nos.
[9] Anthony De Mello, Autoliberación Interior, Lumen Bolsillo, Bs. As., 1999.
[10] Blaise Pascal, Pensamientos, Aguilar, Uruguay, 2010.
[11] Mt. 25, 14-30
[12] Lo que no implica seguir rodeado de relaciones tóxicas.
[13] En la Novena Revelación, Atlántida, Bs. As., 1995.