La soledad es una profunda sensación o estadío del cuerpo físico, astral y emocional que nos inunda o abarca de vez en cuando. Cuando ella llega a nosotros, sentimos la necesidad de estar en contacto con nuestro Yo más íntimo; reflexionando, recordando, meditando, poniendo las barbas en remojo, parando la pelota para evaluar cómo va nuestro camino, en qué estamos errando, qué estamos haciendo bien, o qué debemos reforzar en nuestro accionar.
Nos inunda por completo, llegando hasta las fibras más íntimas de nuestro Ser, y si no sabemos manejarnos con ella nos puede jugar en contra; aislándonos de la sociedad, haciendo que le perdamos el sabor a nuestro vivir. Es decir, guiándonos a la depresión.
Por otro lado existe la solitariedad, que es algo muy distinto, puesto que aquí el sujeto en cuestión desea con todo su Ser tener una vida social plena, y por motivos ajenos a él, la sociedad lo margina y no lo deja Ser en plenitud. Llevándolo a un estado de aislamiento forzado, en el cual sólo se tiene a si mismo, o a un cónyuge, o a un hijo, o a un amigo. Pero en sí, de lo que potencialmente podría Ser y realizarse, es tan solo una pequeña parte. Esto lo hace sufrir, muchas veces injustamente un calvario no merecido. Ser excluido de la sociedad implica a veces tener que pasar largos fines de semana sin saber como llenar el tiempo, puesto que la persona que sufre la solitariedad - puede ser un par de hermanos, una pareja,etc.- que no tiene con quien compartir ni un mate, ni un paseo, con quien hablar, o reírse un rato. Esto muchas veces viene por envidias del resto de las personas; de un entorno tóxico, enfermo, que tiene bronca de ver a “equis” persona feliz,- aunque sea en la más austera de las pobrezas y de las soledades-.
Volviendo al eje de este razonamiento, la “Soledad no es buena compañera”; dice un viejo y conocido refrán. Mas me pregunto yo: ¿Si la soledad nos ayuda a reflexionar en nuestro camino, a aceptarnos… digo, la gente le tendrá miedo a estar solos por que tienen miedo de verse cara a cara con el que está del otro lado del espejo? Creo que sí, la gente se construye una imagen social, todo un sequito de personas que lo camelan: “¡¿Cómo le va Doctor?!”, “¡¿Qué hace Licenciado?!”, “¡¿Señor fulanito… qué sería de nosotros sin usted que es tan bueno?!... y así sucesivamente.
Al estar solos todos los rótulos desaparecen, la trayectoria queda guardada en el maletín de trabajo, al lado del escritorio; y con ella, la gente se ve con el alma desnuda… y muchas veces no le agrada lo que ve… Cuántas personas se “han sacrificado personalmente por sus hijos”, y en el fondo tienen bronca por que se dejaron de lado. A otras les pasó lo contrario, en pro de una carrera profesional, o de llevar el pan a la casa se les olvidó el vivir,- parafraseándolo a Julio Iglesias-, y nunca le revisaron la carpeta a un hijo, no le ayudaron con la tarea, no asistieron a sus actos de escuela, o si realizaron estas cosas, las hicieron por un “deber ser”; con pocas ganas y no las disfrutaron, puesto que por dentro o refunfuñaban, o no paraban de pensar en sus “obligaciones”, más importantes que el ser Familia. Esto les pasó y pasa no solo a padres, sino también a esposos, hermanos, amigos, y cuando pasan los años y se encuentran solos, y no solo que no les gusta a quien ven frente al espejo, o dentro de si mismos; sino que hasta se desconocen; pues se olvidaron de ellos mismos, se dejaron de lado, y por más lujos que tengan, la felicidad no viene en una cuatro por cuatro, ni en un I Pod, o en un Smart TV… Objetos que están buenos, ya lo sé, pero son cosas, no fines en sí mismos (aunque para muchos sí lo son).
Entonces, la soledad bien habida ¿puede llevarnos a la felicidad? Y creo que sí, puesto que en la mayoría de los casos nunca es tarde para cambiar; pero un padre que no lo fue durante cuarenta años… por más que quiera cambiar, ¿va a volver el tiempo atrás y remediar los vacíos del no ser un padre?... No; lo hecho, hecho está… y por más que trate de resarcir económicamente; ¿el dinero es Amor?... Claro que no. Aunque le haga bien al familiar al que ayuda, la plata no reemplaza el que te escuchen y apoyen de corazón, el que se acuerden de vos, el que estén con vos en las buenas y en las malas, cualquier día de la semana, no solo en efemérides, o en situaciones catastróficas, etc.
El diccionario define a la Soledad de diversas formas, pero ninguna encuadra con lo que realmente es. La confunden con auto aislamiento, ermitañismo, fobia social… es decir con opciones perjudiciales que uno buscó por algo, o a las que uno llegó, “por vaya saber que”… “algo habrá hecho”. Siempre basándose en el viejo dicho de que “Uno es artífice de su propio destino”. Y en esto hay cientos de bibliotecas de auto ayuda, coatching, etc. que afirman que si Uno Se Visualiza siendo feliz y exitoso, la felicidad y el éxito vendrán a uno…
Cuántas veces muchas personas habrán hecho todo lo que estaba a su alcance para tener una red de contención social básica y no tóxica, en una vida en la que se pudieran realizar medianamente, o en la que el dinero no sea un problema para poder cambiar el viejo ropaje, o tomar unas merecidas vacaciones… y todos los esfuerzos cayeron en saco roto; y encima esas personas deben agradecer – en serio- por lo que tienen, puesto que les podría ir mucho peor.
Soy un hombre de Fe, creo que el Padre Creador y los Seres de Luz que nos guían en este camino terrenal, hacen todo lo que esta a su alcance para cuidarnos y que podamos estar bien; a su vez, yo también hago todo lo que está a mi alcance para vivir mejor y sentirme realizado… Pero no hay que olvidarnos que en esta mesa de tres patas,- una: los seres de luz, con su ayuda divina, otra: lo que uno hace y trabaja para mejorar su vida, y la tercera el libre albedrío ajeno-, las dos primeras patas de la mesa no son suficientes si no comulgás con las normas del sistema imperante: en la cultura y hábitos de la sociedad en la cual vivís. Entonces no te quedan muchas opciones: o transás con el sistema, o cambiás de sociedad; puesto que como decía José Ortega y Gasset: “El hombre es el hombre y sus circunstancias”; por lo cual tendremos que cambiar las circunstancias vitales para poder realizarnos, o sea buscar nuevos horizontes, pues quizá, en alguno de nosotros, se cumpla aquello postulado por Jesús: “Nadie es profeta en su tierra”.
Fin
Lic. E. Ariel Rodríguez
23 de abril de 217.